No eres tú, soy yo: la responsabilidad que asumimos
- Josué Sánchez Marín, MEdMR
- Mar 23
- 3 min read
En el año de 1955, una costurera afroamericana de Montgomery, Alabama, Rosa Parks, tomó una decisión que conllevaría a un hecho histórico. De hecho, se negó a rendirse y ceder su asiento a un hombre blanco en un autobús, encontrándose cara a cara con las leyes de segregación racial del momento. Por lo tanto, a pesar de que Rosa Parks afrontó las consecuencias legales, ella jamás se presentó como víctima ni se vio como tal. Por lo tanto, asumió su responsabilidad, comprendiendo que cada acción cuenta para transformar la situación. El acto de coraje de Rosa Parks generó un movimiento por los derechos de las minorías que daría la vuelta al mundo.
En nuestros días, es fácil observar cómo muchas personas echan mano de la excusa de que los demás son los culpables de la situación, los fracasos y de sus problemas personales: la sociedad, los amigos/as, el trabajo, la familia, o que incluso "ya les va tocado por mala suerte". Esa postura de culpabilidad de los demás nos hace poner en riesgo nuestro propio crecimiento personal, puesto que si la culpa recae en los demás, no asumimos por lo tanto el poder de cambiara nuestra situación. Hay que asumir que las estructuras externas hacen que nuestras vidas puedan llegar a ser más difíciles, pero no determinan quienes somos ni lo que podemos llegar a lograr. Cuando culpamos a los demás, nos sacamos de la ecuación del aprendizaje y de la mejora.
La autocompasión, presentarse como víctima, nos ofrece una etapa de placer, pero a la larga nos impide crecer como personas. La victimización perpetúa la idea de que no tenemos control sobre nuestras vidas, lo que genera frustración y estancamiento emocional. Al sentirnos víctimas, nos quedamos atrapados en un ciclo de negatividad y resentimiento, lo que nos impide avanzar hacia nuestros objetivos. Es crucial romper este ciclo y tomar medidas activas para mejorar nuestra situación.
¿Cómo asumir la responsabilidad de nuestras acciones?
La autoconciencia implica reflexionar sobre las decisiones que tomas y, por lo tanto, puede dejarte más claro cómo las acciones que realizaste influyeron en tus resultados. El propio proceso de reflexión te ayudará a entender tus motivaciones, patrones de comportamiento, etc. Es decir, al ser conscientes de nuestras acciones, podríamos decidir mejor dentro de nuestros propios intereses, y por lo tanto vivir de forma más auténtica y satisfactoria.
La aceptación de errores es un aspecto importante de nuestro crecimiento personal. En lugar de buscar excusas o justificaciones, el camino debería ser el de describir y reconocer qué tal vez podría haberse hecho de forma distinta. La aceptación de errores permite aprender de propia experiencia y de forma que evitemos repetirlos en el futuro. Al ser honestos con nosotros mismos, podemos abrirnos nuevos caminos de mejora y crecimiento personal.
Los errores pueden ser oportunidades para aprender y crecer. Tómate los inconvenientes que pueden surgir como lecciones de vida que pueden mostrarte lo que es la resiliencia y las habilidades necesarias para afrontar los futuros conflictos. Si convertimos los errores en una oportunidad para aprender, entonces podemos convertir nuestras dificultades en un recurso para nuestra propia mejora profesional y personal.
Las decisiones consientes exigen que evalúes las potenciales consecuencias de tus actos antes de actuar. Este enfoque proactivo supone para uno mismo reflexionar y sopesar aristas de lo que uno hace y las potenciales consecuencias. Al evaluar cuidadosamente nuestras opciones, podemos elegir acciones que nos acerquen a nuestros objetivos y minimicen los riesgos, empoderándonos para tomar el control de nuestras vidas.
Finalmente, asumir la responsabilidad personal no significa ignorar las circunstancias externas, sino reconocer que, aunque no siempre controlamos lo que nos sucede, sí podemos controlar cómo respondemos. Como Rosa Parks demostró, un acto consciente puede tener un impacto profundo. La clave está en dejar de buscar culpables y empezar a ser protagonistas de nuestra propia historia. Al asumir la responsabilidad de nuestras acciones, nos empoderamos para crear un futuro más satisfactorio y significativo.

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